No se porque me recordó al Proyecto Niemeyer de Avilés esté artículo que llegó a mis manos hace poco....... Sólo hace falta cambiar los nombres y que ni pintado nos viene........
La Ciudad de las Ciencias, entre la educación y el turismo.
Crónica de cincuenta mil millones sin rumbo
Antonio E. Ten Ros
Universidad de Valencia - CSIC
Artículo públicado en Territorio y Vivienda, suplemento del diario Levante, domingo 14 de marzo de 1999.
La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, no sé si unir su nombre al de nuestro príncipe, se ha convertido en un ente singular. No conozco ningún proyecto en el mundo, y conozco muchos en todos los continentes, que se parezca en su gestación, ni remotamente, al valenciano. Por ahí no se hacen así las cosas. La decisión de dotar a una ciudad de un museo o parque temático de la ciencia de titularidad pública, siempre ha estado precedida por trabajos muy serios de científicos y educadores. Se ha difundido estos trabajos para que estudiosos, enseñantes y futuros usuarios ayudasen a optimizar los recursos. Se han hecho publicaciones técnicas y depurado metro a metro cada proyecto museológico o lúdico... Y ni de lejos las inversiones previstas se acercaban a la de Valencia. Ciertamente, en esto al menos, el proyecto valenciano va a ser singular. Nadie hasta ahora se había atrevido a hacer así las cosas con dinero de los ciudadanos
Hagamos un poco de historia. La Ciudad de la Ciencia de Valencia nació, en 1989, con unos objetivos bien definidos, detallados en sus informes internos, entonces coordinados por José María Bernabé, Director General de Estudios de la Consellería de Presidencia y divulgados en diversas publicaciones.
Entre los objetivos transversales que animaban el proyecto, la educación y el ocio creativo para todos los ciudadanos, escolares y no escolares, constituía uno de los más importantes. Junto a estos, un conjunto de objetivos generales y sectoriales marcaban las líneas con las que se planificó cada uno de los espacios expositivos.
De acuerdo con dichos objetivos, se alumbró un proyecto original, a medio camino entre el museo interactivo, el parque temático científico y la selectiva exposición de la realidad industrial y tecnológica de la Comunidad Valenciana.. La Ciudad de La Ciencia nacía así, como su divisa "Divertir, informar y formar" proclamaba, como un parque lúdico dedicado a la ciencia, la industria y la tecnología. Llegó incluso a pensarse en tipos de edificios que optimizasen la funcionalidad y la inversión y hasta se realizó una maqueta que fue presentada al entonces presidente de la Generalitat, Juan Lerma.
La aparición de Santiago Calatrava cambió radicalmente el panorama. Calatrava acababa de presentar su proyecto de la torre de telecomunicaciones y se decidió unir los dos proyectos y encargarle el diseño de un edificio para la futura Ciudad. El proyecto de Calatrava cambió funcionalidad por espectacularidad y la Generalitat pasó de pensar en un edificio para el "museo" a imaginar el edificio con cualquier cosa dentro. La Ciudad de la Ciencia iba, poco a poco, dejando de ser un gran proyecto educativo, de un tipo de educación que los especialistas llaman "no formal", pero educación al fin, para convertirse en una especie de postal de Valencia. Los responsables políticos imaginaban ya las fotos en las guías turísticas y el proyecto de contenidos y de servicios a los ciudadanos pasó a un tercer o cuarto plano. Calatrava antepuso, más que conjuntó, espectacularidad a funcionalidad y la inversión inicial, más modesta, pasó a dispararse hasta cantidades de vértigo. El primitivo proyecto de contenidos, elaborado por 52 reconocidos científicos, estudiosos de la educación y enseñantes valencianos, voló a mejor gloria y su sustituto no pasó de cuatro vaguedades instaladas en la infausta Carpa de la Ciencia, agujero negro de cerca de mil millones de pesetas
Las elecciones.
Y en estas se acercan las elecciones. El gobierno anterior, a través de la empresa VACICO S.A., se apresuró a licitar y adjudicar las obras días antes de las elecciones. Llegado el PP al poder, el conseller Olivas se encontró con un proyecto en el que la torre de comunicaciones no tenía plan de explotación viable y en el que el espectacular edificio de Calatrava no era más que un gran cascarón vacío. Cortó por lo sano, se cargó la torre y alumbró, deprisa y corriendo, el famoso proyecto del "Chorrito de Olivas", en referencia a un gran surtidor que allí aparecía. Rápidamente ocultado, ese fue el último proyecto del que se sepa algo concreto de cuanto lo que esta administración está preparando.
Tras él, se desata el caos. Después de muchos meses de paralización e inundaciones, aparece la "Ciudad de las Artes y las Ciencias", en referencia a la transmutación de la torre en "palacio de las artes", al que se pega un parque oceanográfico, misteriosamente surgido de no se sabe donde ni para satisfacer qué necesidades de la sociedad valenciana. Sigue sin hacerse público ningún proyecto de contenidos, ni educativo, ni de conexión con sus posibles públicos objetivo. Aparece el señuelo del... ¡Turismo! ¡La Ciudad de las Artes y las Ciencias será el faro que atraerá a Valencia a masas de los turistas! ¡La Ciudad de las Artes y las Ciencias hará a Valencia famosa en el mundo! Sin estudios públicos de idoneidad, sin proyectos de explotación conocidos, sin haber puesto a debate público para qué ni a quienes va a servir la nueva Ciudad, la inversión comienza a dispararse. Las últimas cifras publicadas van ya por cerca de cincuenta mil millones de pesetas, a las que siguen añadiéndose apéndices carísimos.
Nada queda del proyecto original... o mejor, sólo el concepto del cine hemisférico, que comienza a funcionar entre cables y camiones de hormigón. Solo existe una niebla de la que comienza a surgir un extraño esqueleto, que se convierte en una fantástica y genial escultura en piedra y acero. Tras su inaudita "inauguración", nada se ha dicho todavía de cómo se adecuarán los contenidos con el edificio. No se conoce proyecto educativo, ni por tanto qué tipo de proyecto educativo, para su funcionamiento. No se ha discutido con medios científicos ni los agentes sociales qué tipo de museo se está proyectando. No se ha comenzado a preparar la conexión con los protagonistas del sistema educativo, ni a reciclarlos para utilizar tan carísimo equipamiento. No se sabe si será un parque temático o un almacén de curiosidades... Ningún debate público serio. Solo la niebla.
El instante supremo.
Aquí parece todo fiarse a un instante supremo, a un destello espectacular, mediante el que la verdad será revelada al pueblo admirado. Tras él, masas de turistas invadirán Valencia y la ciudad alumbrará al mundo con los destellos de su luz. Ojalá acierten. Solo un pequeño detalle cosquillea entre tantas promesas. Para que un proyecto de este tipo se mantenga tras los primeros dos o tres primeros años de gracia, hace falta que contribuya de verdad a satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Las gigantescas inversiones iniciales no son nada comparadas con los costes de mantenimiento y remodelación que un mal proyecto debe arrastrar. Si preocupante es la relación coste-beneficio de los cincuenta mil millones a invertir, más preocupantes son los miles de millones anuales que costará el mantenimiento. ¿Va a valer la pena perder en laboratorios universitarios, infraestructuras, hospitales o residencias de ancianos, lo que va a tener que invertirse ahí? Sinceramente, testigo de planificaciones más rigurosas, el instante supremo me da vértigo.
(.......)
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