Uno de los monólogos que más me gusta leer y releer es el del Hamlet, por un noseque que me recuerda a mis años estudiantes.
El que me asombra cuanto mas lo escucho con sus críticos monólogos es Andreu Buenafuente....... por ese punto critico-cachondo-catalán que tiene.
Pero el monólogo de los monólogos, me perdone Shakespeare, es el de Charles Chaplin, en el Gran Dictador. Claro que para llegar a monologuear (si existe semejante palabreja) así, hay que tener una catadura personal a la que pocos llegaremos. Menos aún llegará ahí algún personajillo que otro que más que dialogar, que no sabe, monologuea monotemáticamente y sin descanso con un sólo fin, o lo que yo digo o no hay más que hablar.
Claro que cuando uno llega a un monólogo, puede ser debido a tres causas: una, que ya esté cansado de hablar con alguien que no le escucha, otra, que quiere ser escuchado sin que lo interrumpan y por tercera y última, que sea monotemático y no le quede otro remedio que monologar para que alguien se de cuenta que esta ahí.
Cuando llegas al monólogo llamémosle "ignorante", por eso de que te ignoran cuando hablas, no cabe más opción que las de: o cambiar el discurso o callate.
Porque si pretendes hacer del monólogo un diálogo, o viceversa, tendrás que encontrar quien te quiera replicar, y para que alguien te replique tienes que exponer con veracidad tu postura. Exponer con puntos y señales tus causas y hacerlo razonadamente.
Claro que también se puede dar la opción de que el que dice dialogar, presionado de forma exterior, dialogue con el fin de seguir las pautas que ha prometido seguir, pero con una sola meta: el llegar al monólogo que ha mantenido hasta ahora pero de forma sesgada y sin que se note tanto publicamente.
Vamos, que es como un perro viejo que para aparentar que es nuevo, cambia la correa.
Y ante esta situación ………………… ¿qué cabe hacer?
La respuesta en breve
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